La ruta hacia la paridad: entre conquistas y tensiones

Con gusto presento este espacio de opinión a la ciudadanía para acercar a los debates actuales en torno a la construcción de alternativas para la participación política de las mujeres y de grupos sociales con derechos vulnerados. Nuestro propósito es generar recursos y herramientas que posibiliten una sociedad más incluyente en donde diferentes especialistas, académicos, autoridades electorales y líderes sociales compartan sus reflexiones.

Indiscutiblemente, la paridad representa el camino más consolidado en la construcción de un Estado democrático que reconoce y garantiza por igual los derechos político electorales de mujeres y hombres; sin embargo las normas por sí solas, no eliminan las barreras sociales y culturales que han limitado la participación política de las mujeres y su integración al ejercicio de las función pública.

En este contexto, resulta oportuno dedicar esta primera columna a la paridad de género en el marco del actual Proceso Electoral Local 2017-2018.

Es importante concebir a la paridad como el paradigma de la inclusión en el marco del ejercicio de la política formal y los procedimientos político-electorales.

En el Instituto Electoral se han aprobado los acuerdos sobre paridad que establecen el reparto igualitario de candidaturas entre ambos géneros e incluyen disposiciones encaminadas a generar las condiciones necesarias de igualdad en la contienda electoral para el impulso efectivo del acceso de las mujeres al ejercicio del poder público, y con ellos surgen nuevos retos.

El compromiso de quienes nos encontramos inmersos en el impulso de la paridad como la práctica inclusiva por excelencia, no podemos limitarnos a la construcción de acuerdos, debemos llevar nuestra actividad a su cumplimiento sustantivo y evaluación permanente.

La paridad, como cualquier transformación cultural, se acompaña tensiones, de ahí la importancia de prevenir y atender a su oposición más perturbadora: la violencia política en razón de género.

Debemos aceptar que las conquistas paritarias no constituyen concesiones graciosas. Su reconocimiento llegó con el mayor retraso y con un rechazo contranatural en tanto un derecho originario e intrínseco de la sociedad integrada por ambos géneros. Reivindicarlas implica comprender que las mujeres, pudieron, pueden y podrán ocupar los espacios de representación en la misma medida que los hombres, y eliminar los obstáculos que les impedían participar en la vida política significa el cumplimiento de una obligación que teníamos con la democracia.

Hemos optado por asumir una postura firme ante el reto de la paridad, sin embargo esto no basta para asegurar el desvanecimiento permanente de la brecha de desigualdad ¿a quién corresponde reflexionar y afrontar los retos y tensiones futuras?, ¿cómo construir una nueva cultura política que respete y garantice los avances logrados con la paridad?, ¿quiénes deben defender las conquistas alcanzadas?, ¿cómo crear nuevos marcos de entendimiento en la vida política de nuestra sociedad?, debemos dar respuesta a las interrogantes, pues ellas conforman la carta de navegación.

Igualdad de Género y No Discriminación

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